martes, 12 de enero de 2010

Un vuelo antes de dormir

Sé que estoy volando, ya no es nada nuevo.
Tú me haces volar, levantarme de este circulo de vicio y apatía.
Vuelo, vuelo tan alto, que me pierdo entre las nubes, o tal vez entre el humo de aquel incendio, que la ira desató, al no vernos completos. Tú me haces volar, pero no sé, si esta vez quiera aterrizar.

lunes, 11 de enero de 2010

un nudo al respirar

y terminó resultando todo como había temido, de una mala manera. Pero siempre hay confianza, la necesaria para pensar en esperanza. Ya el tiempo, me vuelve a golpear otra vez, y recordarme que sigo aquí. Y uno comienza a sacar cuentas, a hacer un balance y replantearse algunas nuevas para lo que se avecina pero, de nada sirve. Ilusión tras otra, esperanzas desvanecidas, palabras consumidas y valor insuficiente para lograr lo que tanto abunda en nuestros pensamientos. No decidí que me tocara este tiempo a mí, y el contexto macro tampoco. Pero puedo decidir, cómo lo voy a enfrentar, y cómo lo voy a vivir, si es que puedo resistir más tiempo aún. Los tejidos se gastan, los pensamientos van desapareciendo, las memorias huyen y uno comienza a dejar de ser. Uno deja de ser, cuando ya en las mentes de los demás, no estás. Y un grito estrepitoso, estuve preparando, para poder llegar a los oídos de todos los allí presentes, a todos aquellos que en su mente hube habitado alguna vez, a todos quienes una sonrisa les pude regalar, a todos y a cada uno de ellos. Sin embargo, grité, con todas mis fuerzas lo hice, pero la voz no salía. Era yo corriendo por el mundo gritando un silencio hiriente, incluso la gente interrumpió su rutina para poder contemplarlo, todos se detuvieron por un momento, y los pude mirar, y sintieron vergüenza al sentirse observados. Habían olvidado mirar a las personas, a prestarles atención, simplemente seguían lo que los demás hacían, y todo gesto o preocupación personal se reducía a satisfacer al ego, a la vanidad y el orgullo. Pero como todo silencio que se sabe apreciar, conlleva una catástrofe después de él, esta fue, que nos dimos cuenta de quienes somos. Nos detuvimos por un instante, mientras duraba el silencio, a sentirnos a nosotros mismos, a pensarnos. Y los lamentos eran los que más abundaban, al darnos cuenta en qué nos habíamos transformado. Pero esto nunca sucedió, la catástrofe todavía sigue en mí, merodeándome, consumiéndome, matándome. Y el silencio al único que hiere es a mí. Y mientras nos mantengamos así, estoy dejando de ser, y todo lo que fui es ahora, un olvido.