martes, 29 de mayo de 2012

Me gusta la lluvia...

Todo comienza con una que otra gota perdida
que caen desde lo alto del cielo.
Suicidio colectivo o tal vez un salto a la libertad,
a una libertad colectiva que caen en conjunto.
Aburridas de las alturas, apunadas de tanta mononotía.
Buscan la tierra, esa tierra que está debajo de nuestros pies
de allí mismo donde emigraron en vapor,
abandonando lagos, ríos y mares.
Para así iniciar nuevamente un ciclo,
al parecer la majestuosidad de lo continuo del ciclo
no es ni la altura ni la tierra,
sino la libre sensación de poder fluir,
movimientos sin restricciones que nos permiten recorrer
aquellos parajes tan distintos cada vez que los visitamos
y nos maravillamos una y otra vez,
como niños descubriendo un mundo de juguetes tras la puerta prohibida por sus padres.
Tal vez el cielo y la tierra, nunca cambiaron,
entonces te das cuenta, que lo maravilloso de la vida,
no está en el entorno, sino dentro de ti
en un viaje colectivo sin fin, de muchas gotas de agua
que transmutan, cambian, a veces muy distante, es vapor
otras veces, muy unidos y con fuertes lazos como el hielo,
o simplemente como la aventurera agua, que fluye y fluye, sin obstáculo
filtrándose por rocas y montañas.
Nada detiene este flujo continuo de vida pura...